(12 DE FEBRERO, 2024) Por J. Jesús Esquivel.
Senilidad
Washington – Uno de los más recurrentes y graves errores cometidos por los seres humanos es vivir en estado de negación. La arrogancia y el poder son la fórmula perfecta para cegar a quien no quiere ver su realidad y mucho menos aceptarla.
Existen tretas para intentar ocultar el destino de nuestra epidermis, pero el paso del tiempo siempre le ganará la partida al tramoyero.
Joe Biden, el presidente de Estados Unidos, tiene 81 años y se le notan, como las ganas a mis padrinos, los hijos del Averno, de llevar ante el fuego hambriento a las almas calderonistas para alimentar al Chamuco.
Va un ejemplo: Hace unos días, Biden, contento, porque el Departamento de Justicia lo exoneró de una investigación especial por el manejo de documentos secretos y clasificados en la época cuando fue vicepresidente con Barack Obama como presidente y, se encabronó, porque en las conclusiones del indulto el diagnóstico establece que
padece de claridad mental.
“Mi memoria está bien. Revisen lo que he hecho desde que asumí la presidencia; nadie pensó que lograría las cosas que he logrado”, muy enojado y aturdido por los gritos y preguntas de reporteros, se defendió Biden en su intento por recriminar a Robert Hur, fiscal especial del Departamento de Justicia, que lo acuñó como un viejo olvidadizo.
Todo presidente, jefe de Estado o de Gobierno, cuando está en el poder transpira soberbia. Biden lo corroboró: “Soy la persona más calificada para ser presidente de Estados Unidos y terminar el trabajo que comencé”, casi a gritos dijo a los reporteros. Nadie le gana al tiempo que castiga con su verdad en el ocaso a quienes pasan de la senectud a la senilidad.
Cuando se dirigía a su oficina después de aclarar, según él, que era más lúcido que un chamaco quinceañero, a Biden le formularon una pregunta sobre el conflicto entre Israel y los palestinos.
El pez muere por su boca, dicen, a mí no me crean.
El presidente de Estados Unidos regresó al pódium para hablar del conflicto en Oriente Medio y fue el momento en que al fiscal Hur le dio la razón: ya se le borra la cinta.
En su respuesta, Biden presumió que convenció al presidente de Egipto, Abdel Fattah El-Sisi, de que su país fuera puente para que llegara la ayuda humanitaria a los palestinos en la franja de Gaza.
“Como saben, Sisi, el presidente de México, no quería abrir la puerta para que llegara la asistencia humanitaria, hablé con él; lo convencí de que lo hiciera”, alardeo el mandatario estadounidense.
¡Vaya lapsus! El hombre más calificado para ser presidente de Estados Unidos, confunde a El-Sisi con Andrés Manuel López Obrador. Lo grave no es que a Biden se le enreden los cables. ¿A su edad? El peligro es que su soberbia y terquedad por reelegirse permita el regreso a la Casa Blanca del ególatra, racista y maquiavélico, Donald Trump. ¡Qué el Chamuco nos agarre confesados!… ¿O cómo es?